domingo, agosto 08, 2010

Sweet fourty-three

stop dreaming.

Eran las cuatro de la mañana y él estaba sentado frente a su máquina de escribir totalmente despeinado y con un cigarro en una mano al cual daba grandes caladas para relajarse.
Su pierna, víctima de un tic nervioso, no podía parar de moverse y él cada pocos minutos volvía a pasar su mano en la que no tenía el cigarro por su pelo, despeinandolo más aún.
Arrancó con fuerza la hoja que estaba siendo escrita en la máquina de escribir y se apoyó en el marco de la puerta del balcón, junto a la radio encendida que estaba a su lado escupiendo palabras de amor en inglés a un rítmo casi lento.
Dió otra calada a su cigarro y acercó su punta al centro de la hoja donde estaba escrita la palabra maravilloso y la quemó con la brasa del cigarro.
Contempló su obra y una sonrisa fugaz no pudo evitar escapar entre sus labios mientras el cerraba los ojos y bajaba la cabeza tratando de perderse en el humo del cigarro, la música y el aire fresco que entraba por el balcón.
Suspiró y se dejó llevar un poco por la música. Imaginó que estaba a miles de kilómetros de su casa, paseando por una playa solo ocupada por él y las gaviotas en cualquier otro país a las diez de la mañana.
Abrió los ojos sin dejar de tener una mirada perdida en su rostro y la sonrisa se esfumó de su rostro. Sin girar la vista supo que había alguien tras él y a los pocos momentos alguien le abrazó tan suavemente que hizo que la hoja quemada se escurriese entre sus finos dedos.
Lentamente aquellas manos le fueron incitando a girar hasta terminar por ver aquel débil y blanquecino rostro que tenía enfrente. Pasó su mano por la cara de ella y le dedicó el brillo continuo de sus ojos azules.
Ella trató de hablar pero con delicadeza él tapo sus labios delgados con sus dedos. Continuó recorriendo su cara con delicadeza como si hiciese años que ella no se pasaba por aquella casa.
Pasó su nariz por su cuello y su piel se erizó, ni el más hermoso y recién cortado campo tendría aquel olor. Sin despegar sus labios ni mostrar ninguna sonrisa le dio un beso absurdamente corto.
Ella sonrió con aquellos dientes blancos perfectos y él no pudo hacer otra cosa que bajar la vista al suelo para reir, pero ella le cogió la barbilla para verle reir también. Antes de dejarle ver su sonrisa él la besó, haciendoles desaparecer durante horas del mundo y deteniendo el tiempo.






Tengo una sonrisa para regalarte.

3 comentarios:

  1. Me gusta el texto mi querido Matt!
    yo también tengo sonrisas para regalar 8-)

    Pd: esperando otra entrada tuya^^

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  2. Es sencillamente maravilloso, te quiero Matt :)

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  3. Un tipo afortunado :)
    cuánta paz en un sólo rato sintió!! :)
    ojalá algún día yo sea uno de esos protagonistas k respiran tanta paz en sus finales felices :)
    todo eso, me lo ha hecho pensar tu precioso texto :)

    un beso!! :)

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