miércoles, agosto 04, 2010

Sweet fourty-one

En un día como aquel cargado de oscuridad el sol no asomaba y las notas bramaban como quejidos de lo más profundo de su interior.
Solo le apetecía salir a recorrer todas aquellas calles en sepulcral silencio mientras su mente se poblaba de recuerdos. Quería viajar años atrás en el tiempo, poder sentarse y detener el mundo para volver un milenio atrás.
Necesitaba uno de aquellos abrazos que erizaban su piel y le dejaban casi mudo, necesitaba aquella mirada llena de tierno afecto que solo poseía ella. Debastadoras lágrimas plomizas caían por sus mejillas. Inevitablemente y a cada paso se daba cuenta que aquella canción nunca le había abandonado sino que se había refugiado tiempo atrás en su corazón con la esperanza de no volver a aparecer.
Y lo había hecho, con una fuerza tremenda, que había sido capaz de arrancar de cuajo su voz, sus lágrimas y su ánimo.
Un sentimiento puro incomparable con el amor pero igualmente poderoso, hacía que sus manos se enfríasen incluso en el calor más extremo y apagaba el color de su alma.
Aquellas viejas fotografías parecían teñirse un poco más de gris a cada pestañeo que él realizaba, necesitaba algo que calmase su dolor de cabeza, le estaba empezando a molestar de verdad. Y aquello realmente no era bueno, pensaría demasiado y se arrepentiría de si mismo.

Muy bien, ser insignificante, deja de soñar.


Who knows? Only time..




1 pastilla
250 gr. de Café
Ella
Eran sin duda los mejores remedios para la melancolía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario