martes, abril 13, 2010

Sweet twenty-six

Sinceramente da lo mismo, ¿Que importará quien pierde o gana? Si nunca nos jugamos nada...

Sweet twenty-five





Nunca en toda su vida había sentido tanto frío. En cada uno de sus huesos, lacerándolos, clavándose, haciendo que las lágrimas que salian de sus ojos fuesen puro hielo. Tal vez en pocos momentos sus ojos estarían congelados, y a partir de ese momento no pudiese moverlos, y no podría ver. Sería para el mundo, hacer que el mundo girase a su al rededor sin que él se moviese ni un centímetro.

Todo gira y él se para, se sienta en el suelo y se pone a llorar. Todos pasan y nadie mira, se tumba y se muere por dentro. Se agota, se consume como un puto cigarro encendido.

lunes, abril 12, 2010

Sweet twenty-four

Es algo similar a ser una marioneta, toda tu vida habías sentido que te faltaba algo, y ella, con cada uno de sus sentimientos, actos y movimientos creó hilos que te dieron la vida. A veces esto asusta, los hilos se deterioran con el tiempo o se pueden cortar de golpe, pero solo hay que pensar un poco para llegar a la conclusión de que mientras que cuídes estos hilos, te permitirán vivir para siempre, y te harán tan feliz que a veces querrás trepar por ellos para besar a la causante de tu vida.

Al fin y al cabo, a día de hoy se preguntaba ¿Cómo había podido vivir sin ella hasta ahora?, cada mañana, al despertar, no podía pensar otra cosa que no fuese lo mucho que deseaba verla o el hecho de que había soñado con su rostro. El resto del día lo pasaba con su imagen en su mente, cuando camina, cuando sonrie, cuando le mira, cuando piensa, cuando se estresa, cuando salta, cuando se besan, cuando le abraza, cuando duerme, cuando se rasca, cuando corre... miles de pensamientos se repiten día tras día sin perder la magia. Para acabar, acostarse en la cama, taparse con las mantas hasta los ojos y dormirse pensando en ella. Oh, no había nada más dulce que eso. ¿O tal vez si? Acostarse en la cama, taparse con las mantas hasta los ojos, apoyar su frente en la de ella y darle un último beso de buenas noches.

viernes, abril 09, 2010

Sweet twenty-three

Podría pensar muchas cosas, tal vez plantearme porque las obras de Plauto no me hacían reir o porque nunca entendería "Prometeo encadenado", pero no lo iba a hacer. Dejé el bolígrafo sobre la mesa y observé el aula, ramas de árboles completamente desnudas moviendose con el susurrar del viento se podían contemplar através de la ventana, una pizarra verde con borde metálico pintado de marrón estaba plagada de formulas y números incomprensibles escritas con tiza blanca, y para completar aquel angosto paraje, varias mesas anticuadas, verdes y llenas de miles de historias de amigos, amoríos o simples alumnos aburridos. Sin duda parecía que hasta el aire tenía un toque estudiantil, aburrimiento, sudor y sueño se podían respirar en aquella aula; mi alredodor era muy cómico, o eso me parecía a mi.

Tal vez tuviese esta percepción por estar sentado en última fila y odiar las matemáticas, o porque su compañera de pupitre estaba demasiado ocupada haciendo un problema, ¿O tal vez ya no? Había pasado demasiado tiempo tratando de observar su entorno que tal vez ella ya hubiese acabado. La miré.

Sus grandes ojos verdes estaban ya clavados en los mios, tal vez desde hacía un rato, y una sonrisa dulce escapaba de sus labios. Se me escapó un suspiro, no podía evitarlo, una vez más ella estaba preciosa. Me apetecía besarla, pero en lugar de ello me limité a reclinarme en el asiento y coger su mano, acariciarla y mirarla a los ojos durante el resto de la clase.

Ciento diez días, y los que nos quedaban...