miércoles, enero 19, 2011

Sweet toujours

Bailaremos hasta el amanecer para terminar con tu sonrisa marcada a fuego en mi mente.

Cuando las noches caían sobre París casi nadie se atrevía a aventurarse en sus calles, mucho menos en las que eran oscuras y tenebrosas, ya no en las principales donde siempre algún transeunte daba un paseo nocturno para despejar sus ideas o pensamientos.

Pero él realmente no tenía miedo, simplemente llevaba su cigarrillo en la mano con cierto aire de superioridad y se limitaba a mirar al frente como si hubiese algo que siempre esperaba pero no llegaba; asi recorría las calles más oscuras, tenebrosas y apagadas de todo París, de toda aquella ciudad donde las pequeñas calles sin nombre se fundían con los bares y sus letreros de neón.

¿Por que no entrar en uno de ellos? Mejor no, aquella noche no, en sus ojos perdidos en el más allá destacaba un cierto brillo no habitual en él. Esperanza.

Decidió continuar vagando por calles perdidas de la mano de ningún tipo de dios hasta llegar a un pequeño barucho de aspecto mugriento y puerta verde de acero con partes oxidadas.

Sonrió. Entró.

Ni si quiera sabía como se llamaba aquel sitio, pero al entrar un aire cálido le golpeó de pleno en constraste con el frío de la calle. El aire viciado, mezcla de tabaco y alcohol barato, penetró en su cuerpo con fuerza y sin apenas provocarle interés, puesto que sitios como aquel sobraban en las esquinas parisinas.

Se acercó a la barra para pedir cualquier cosa fuerte, la más fuerte que le sirviesen, esperando que aquello le sumiese en un estado de embriaguez y le permitiese pasar una noche sin recuerdos ni memoria que le torturase.

El camarero atendió su petición y apenas dos minutos después un vaso muy limpio para ser el lugar que era estaba entre sus manos, y pocos segundos después, rozando sus labios, casi entrando, casi permitiendo que el alcohol y su lengua se rozasen... pero no fue asi. Bajó el vaso.

¿Embriaguez?, ¿Olvidar la noche? Hubiese tirado el vaso al suelo con tal de dejar atrás esas ideas que había tenido, pero sabía que si lo hacía perdería la que consideraba su única oportunidad de verla.

Si, verla. Allí estaba, bailando casi sin color en el rostro y con una sonrisa pintada a carbonzillo de un modo tan fino que le provocaba escalofríos. Nunca había visto a nadie asi, nunca había visto una sonrisa tan sincera y nunca había visto unos ojos tan grises.

Prefirió un cigarrillo que no tardó dos minutos en estar en su boca, desprendiendo un humo a veces molesto para poder ver sus movimientos al bailar, sus suaves y delicados pasos, en aquellos tacones en los que caían sus piernas, largas, casi infinitas, que se perdían bajo un vestido negro, que marcaba su silueta y a él le hacía perderse en un mar de deseo y admiración.

Se acercó lentamente a ella una vez que esta había dejado de bailar y le ofreció fuego cuando ella buscaba su mechero desesperadamente en su bolso. Después apagó su cigarro y la miró detenidamente en silencio. Sus labios finos y rosados, unos ojos grises claros que aparentaban ser verdes cuando la luz les tocaba desde arriba y unas manos que supondrían su perdición desde que se uniesen y entrelazasen para empezar su primer baile juntos.


Pero tranquilos, esto no ha pasado. Pum, pum. Brrrr...



Je T'aime.

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