jueves, noviembre 18, 2010

Sweet night

La nieve caía en copos como pequeñas partículas de frío solidificado. Sus pasos, comprensado la nieve a cada uno que daba, le delataban como caminante incesante. Ataviado de su Polaroid, una bufanda bien apretada en su cuello y un pequeño café para llevar recorría la ciudad.
Los comercios estaban llenos de gente apretujada muerta por comprar los regalos para sus pequeños hijos, y las calles vestidas de luz y color. Navidad. Aspiró aire y no pudo hacer otra cosa más que sonreir y tomar una foto a un pequeño niño que le estaba pegando patadas a la nieve mientras saltaba víctima de la euforia.
Pensó en unirse a su lado de lo feliz que estaba, pero dejar el caliente café fue algo que le costó tanto que continuó su camino sin apartar, eso si, la vista del niño hasta girar la calle.
Si algo le gustaba de la navidad era la diversidad de gente que podía encontrar por la calle, más niños otra vez, pero estos al lado de sus padres o mirando con la boca abierta las luces de navidad. Hoy en su rostro solo se pintaban sonrisas, ¿Y como no hacerlo? Aquel escenario era digno de ellas, la felicidad, la amistad, el amor estaba en el aire.
Y cuando avanzó unos pocos pasos más sintió realmente el amor más que nunca. Ella. Se acercó y la besó en la mejilla, mientras ella le susurraba con aliento helado un te quiero fugado de su corazón. Después le quitó la cámara, le despeinó un poco y le pidió que posase para ella. Él trató de mostrar su mejor sonrisa al aparato y después ella se puso a lado y, pasándose su bufanda por el cuello de ella también, les sacó una foto. Sus coletas pelirrojas costrastaban con su pelo rubio despeinado.
Sin duda eran una pareja atípica, pero ahora él, y mejor que nunca entendía eso de que una imagen valía más que mil palabras. Pese a todo eso, ella valía más de un millón.






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