sábado, mayo 29, 2010

Sweet twenty-nine

Tal vez fuese cosa de la fiebre que hacía que cada parte de su cuerpo ardiese, pero lo cierto es que no podía evitar tener un deseo loco de ponerse a gritar a todo el mundo lo mucho que la amaba y lo feliz que ella le hacía.

Cada segundo que no pasaba a su lado la echaba de menos, pensaba en ella, en sus abrazos, en como le cogía la mano... y se volvía loco, se ponía a sonreir y se sentía con fuerzas para comerse el mundo. Solo con saber que ella estaba a su lado se consideraba capaz de dominar el mundo si fuese necesario.

A pesar de ello, si algo le volvía realmente chiflado era no tener que recordarla, si no sentirla, poder pasar la yema de sus dedos por su fina piel y sentir un escalofrío cuando ella le daba un beso. (Realmente cuando esto pasaba se preguntaba si existía algo más dulce que sus labios). A veces no podía evitar pensar que mientras que ella estuviese con él nada ni nadie le robaría la felicidad, porque ella, con cada uno de sus gramos de delicadeza, preocupación, hermosura y comprensión le hacían día tras día más feliz.

Te amo pequeñaja, te amo con todos y cada uno de los estúpidos centímetros de mi ser.

22 de Diciembre.

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